-¿Los has visto? –susurró mi hermano.
-Sí. Eran dos. El otro se habrá quedado en la calle con los camellos. ¿Qué nos habrán traído?
-Han ido al lavadero. Yo he escuchado el ruido que hace la puerta al abrirse. Allí nos han dejado los regalos.
-¿En el lavadero? ¿Nos levantamos y vamos a verlos? –le propuse.
-No. Cállate. Tenemos que esperar a que amanezca.
Los minutos pasaban como parsimoniosos escarabajos negros; las horas eran tortugas gigantescas. En la calle sonaban húmedas brisas, rápidos pasos en busca del descanso. Un gallo cantó a lo lejos. Una, dos, tres veces. Debí dormir algún tiempo porque recuerdo que soñé con una bandada de búhos que, posados en el tejado, con sus despampanantes ojos iluminaban la oscuridad de la noche y convertían prematuramente en sol la luna. Los pájaros -por fin- llamaron a nuestros tímpanos, y nuestros párpados se abrieron felices; los tenues suspiros del alba iluminaban las rendijas del tapaluz. Corrimos hacia el lavadero con las pupilas relampagueando chiribitas. Allí, en el poyete, un libro de cuentos de Christian Andersen reposaba sobre una flamante máquina de escribir marca “Hispano-Olivetti”. Eran nuestros regalos.
..............
Pasaron años, muchos años desde aquella noche. Un rayo de muerte había invadido las células de mi hermano. Él yacía en su cama. La quimio no había podido parar aquella invasión de negras miradas opacas. Yo le tenía cogida la mano. Él me preguntó:
-¿Tú crees que me moriré?
En ese momento pasó por mi memoria aquella lejana noche de reyes.
-No –le contesté, aunque “sí” debió ser la respuesta.
Poco después una ambulancia nos llevó al hospital "Puerta del Mar", a la habitación 860, mis ojos empapados en la lluvia de aquella lejana luna de reyes. Allí, en aquella fría habitación, esperamos durante tres noches la llegada de unos Reyes Magos que vinieran a regalarle unos años más de vida; pero no vinieron.
14 comentarios:
Lo recuerdo perfectamente. También yo hice un comentario sobre una, aunque creo que era una una underwood, una verdadera joya.
Pues es un regalo muy apreciable, dicho sea de paso.
saludos
Yo también lo recuerdo. Me gustó mucho. Me imagino que lo pasarías muy bien con María Jesús. Abrazos
Es de bien nacido ser agradecido...
Un abrazo.
Chema, te explico: las fotos que yo puse de las máquinas, que eran dos, (efectivamente una de ellas era la que tu mencionas), no eran de una hispano Olivetti.
Pero mi hermana segunda tenía una y se la pedí, por si algún día tenía la ocasión de hacérsela llegar a Aro.
Y tuve la inmensa suerte de que Aro vino a buscarla.
No sirve de nada llorar con los amigos si ellos no saben que están, para siempre, en tu corazón: yo quise demostrarle que así era.
El relato es muy triste, acongoja al mas pintado.
El regalo, precioso, todo un detalle y demostración de cariño y amistad que ya ha dejado de ser solo ciber.
Enhorabuena a los dos!
Salud
El relato es conmovedor y escrito con el corazón. No hubieras podido hacerlo con una Olympia que conservo, fabricada en Alemania en 1935.
Gracias por esas vacaciones tan bonitas que nos has ido relatando, con adivinanzas incluidas.
Muchos de nuestro sur, por si lo echas de menos.
También una vez hubo una olivetti en mi vida, hasta hace bien poquito, pero por suerte no podría escribir un relato así de triste.
No recuerdo haberlo leído en su día, así que hoy te doy la enhorabuena y de paso felicito a maríajesusparadela por sus iniciativas. Y como, Isolda, agradezco las noticias de tus vacaciones que nos has ido dando.
Recuerdo muy bien el relato y, como la primera vez que lo leí, me ha estremecido.
Un magnífico regalo con muchos recuerdos para ti, Aro, pasados y presentes.
¡Uf! El vello de punta. No me extraña que en su momento este relato dejara huella. Ahora, con el regalo que te has llevado a casa desde Paradela, no podrás olvidarlo jamás.
Hasta la próxima.
MJParedela:
Pues gracias por la explicación.
Y recuerdo que el relato de ARO me gusto mucho.
Saludos
Me gustó y me sigue gustando.
Aquí compartiendo. Beso.
Recuerdo esa entrada, fue muy emotiva, es un regalo muy apropiado por los sentimientos que envuelve.
Me acuerdo muy bien del relato, es precioso. Muy apropiado el regalo, muy generosa Mª Jesús.
Un abrazo.
Publicar un comentario