El elefante es un animal de gran tamaño, inteligente y cariñoso, y está dotado de una trompa parecida a la curva de la prima de riesgo, pero al revés, al elefante le cae hacia abajo y a Rajoy le sube hacia arriba. Los que matan a tiros a los elefantes son animales con bolsillos de gran tamaño y repletos de billetes de oscura procedencia; pero al contrario de estos hermosos paquidermos, no suelen ser ni inteligentes ni cariñosos; es verdad que algunos de los aficionados a esta cacería sí tienen cierto parecido con los espléndidos animales que cazan porque también cuentan con una buena y borbónica trompa, como puede comprobarse en la foto de abajo.
Los griegos, de los que tantas palabras nos llegan, les llamaron a estos animales -me refiero a los elefantes, no a los de la foto- elephas, que significa marfil. La palabra fue transformada por los romanos y la convirtieron en elephas -ntis; en la Edad Media cambió en latín, en inglés y en francés y quedó como olifantus.
En nuestro idioma, la expresión "elefante blanco" se refiere a un bien cuyo mantenimiento resulta económicamente insostenible, y procede esta expresión de la costumbre que tenían los reyes de Siam de obsequiar elefantes blancos a los cortesanos que les desagradaban. Y como un regalo del rey había que conservarlo, los agasajados con tal regalo envenenado acababan arruinados.
Los reyes de hoy día, menos sibilinos que los de Siam, no regalan elefantes blancos; se los regalan a sí mismos y los mantienen con el dinero de todos. Eso sí, estos reyes del siglo XXI, con costumbres feudales, piden perdón, se muestran arrepentidos, pero no devuelven a las arcas públicas el dinero gastado en la adquisición de tanto elefante blanco almacenado en sus predios familiares.
En nuestro idioma, la expresión "elefante blanco" se refiere a un bien cuyo mantenimiento resulta económicamente insostenible, y procede esta expresión de la costumbre que tenían los reyes de Siam de obsequiar elefantes blancos a los cortesanos que les desagradaban. Y como un regalo del rey había que conservarlo, los agasajados con tal regalo envenenado acababan arruinados.
Los reyes de hoy día, menos sibilinos que los de Siam, no regalan elefantes blancos; se los regalan a sí mismos y los mantienen con el dinero de todos. Eso sí, estos reyes del siglo XXI, con costumbres feudales, piden perdón, se muestran arrepentidos, pero no devuelven a las arcas públicas el dinero gastado en la adquisición de tanto elefante blanco almacenado en sus predios familiares.