Cuenta Ian Gibson en su libro "Ligero de equipaje" que "Sería el 20 de febrero cuando Machado, haciendo un último esfuerzo, dictó a (su hermano) José una carta para su amigo Luis Álvarez Santullano (...) Le aseguró que su salud ¡iba en alza! y que esperaba verle pronto por la capital francesa. 'Esto decía la letra de la carta -comenta Santullano-, pero los trazos de la firma vacilantes en temblorosa huida, declaraban que la existencia del Poeta se escapaba al más allá..."
Y así fue. Machado entra en coma poco después y muere en su cama el 22 de febrero de 1939, Miércoles de Ceniza, a las tres y media de la tarde.
Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno,
el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra -¡oh, pura sombra!- lleno.