Restaurante-Chiringuito "El Tintero"
Cuando se va a almorzar o a cenar a un restaurante, lo que suele ocurrir es que, después de sentarte a una mesa, se acerque un camarero y pregunte "¿que van a tomar los señores?", se sirva la bebida a los clientes y se les vuelva a preguntar poco después: ¿"para comer?". Ese es el ritual normal, lo habitual, lo que pasa siempre... o casi siempre...
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... porque hay un sitio en Málaga, en la Playa de El Palo, un chiringuito-restaurante al borde del mar, en el que eso no es así. Efectivamente, un camarero llega y pregunta por lo que se va a beber; hasta ahí, lo normal. A partir de ese momento, ya nadie viene a preguntarte sobre tus opciones culinarias del día, sino que una nube de camareros pasa por entre las mesas pregonando lo que llevan. "¡¡¡Llevo la paella, la paella, la rica paella...!!!" -va gritando uno, mientras otro pasa vendiendo sus ¡¡¡calamaritos, calamaritos, calamaritos...!!!; otro oferta más allá ¡¡¡el adobo, el adobo, el adobo...!!! o el espeto o los langostinos o... en fin, una sinfonía de voces que golpean nuestros tímpanos con sus elevados decibelios y nuestras papilas gustativas con las ricuras gastronómicas que anuncian. Al cliente lo vuelven loco -indeciso- durante un tiempo, como noqueado por tal cúmulo de ofertas. Hasta que, después de deliberar entre los comensales sorprendidos, se rompe la indecisión y se empieza a pedir a diestro y siniestro con el ritmo que la necesidad de suministro alimentario va imponiendo.
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Nadie toma nota de lo que se pide, nadie controla si se han servido dos o tres o cuatro... o veinte raciones. ¿Cómo se las apañan, pues, para cobrar al final?, ¿cómo saben lo que han servido a cada una de las decenas de mesas que se atienden simultáneamente? Muy fácil. Un señor anda continuamente entre las mesas diciendo: "Yo cobro, yo cobro, yo cobro..." Cuando te decides a abonar la cuenta, el señor del cobro se acerca a la mesa, cuenta los platos, las jarras de cerveza y las botellas de bebida que hay encima de ella, y multiplica los platos por siete euros y las bebidas por su precio, y sobre el mantel de papel te escribe el resultado final. Y aquí paz y después gloria.