Hace ochenta años de la muerte de Antonio Machado. Murió un día como hoy del año 1939, fecha en que una de las dos Españas huía de la otra. "Soplaban vientos del sur", como canta Serrat en una de sus canciones en recuerdo de Machado; vientos de odio y terror que la España de Caín lanzaba contra cientos de miles de españoles que se vieron obligados a buscar refugio lejos de su tierra. D. Antonio fue uno de ellos. Junto a su hermano José, su cuñada Matea y su madre, cruzó la frontera con Francia y pasó la noche en un vagón de tren en Cervère y llegó al día siguiente a Collioure, donde unas semanas después murió; allí reposa, lejos de su amada patria, tan "ligero de equipaje" que solo llevaba un puñado de su tierra en una pequeña cajita de madera y poco más. Recordando aquella España y -salvando las distancias- mirando a la de hoy, recuerdo aquel poema de Machado en el que decía aquello de
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios,
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios,
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Las dos Españas de entonces se parecen a la España de hoy, dividida, enfrentada, en la que se levantan banderas como espadas con las que herir al adversario convertido en enemigo.
Hace unos años visité a Machado en Collioure y su memoria, la memoria de cuantos sufrieron entonces el azote de la intransigencia, debería servirnos hoy para hacer de nuestro país un lugar donde la discrepancia sea motivo de diálogo y donde la búsqueda del bienestar social de todos sea el objetivo de cuantos gestionan la res publica.
Hace unos años visité a Machado en Collioure y su memoria, la memoria de cuantos sufrieron entonces el azote de la intransigencia, debería servirnos hoy para hacer de nuestro país un lugar donde la discrepancia sea motivo de diálogo y donde la búsqueda del bienestar social de todos sea el objetivo de cuantos gestionan la res publica.
