Un crucifijo y un féretro conforman una escena radicalmente seria. En la habitación donde se encontraban los restos de Ana Castro no había nadie, no había nada, casi nada. Un viejo ropero a un lado; un pequeño cuadro de bordes dorados, con la estampa de una Inmaculada, colgado en la pared renegrida y húmeda del fondo, y el féretro... reluciente, iluminado por dos diminutas bombillas acopladas en los brazos del crucifijo plateado que sobresalía por encima del ataúd.
Ana Castro había pasado los últimos años de su vida en un asilo de beneficencia regentado por monjas. Sus hijos, Fernando y Gregorio, no podían, no sabían atenderla; ni siquiera pueden atenderse a sí mismos porque no tienen capacidad para ello. Cuando llegué a la casa para interesarme por la situación que estaban viviendo, Fernando se duchaba y Gregorio -sorprendentemente- barría la pequeña cocina. Cuatro personas los acompañaban y velaban a la difunta. Una vecina llegó poco después que yo y depositó un ramito de flores silvestres sobre la caja. Eran las once de la mañana del pasado día 11 de abril, domingo.
Volví por la noche. Un vecino les había llevado una tortilla a Gregorio y Fernando. La habitación donde habían instalado el féretro permanecía solitaria; las dos bombillas del crucifijo iluminaban tenuemente la misma escena: la pared renegrida, el cuadro de la Inmaculada, que en la oscuridad de la noche devolvía un ligero brillo dorado; y la caja de madera dura y fría.
Amaneció. Doblaron las campanas. El pueblo andaba en sus tareas cotidianas. De la casa sacaron el féretro y lo introdujeron en el coche fúnebre, que esperaba con las fauces abiertas. Unos cuantos vecinos lo acompañamos hasta la iglesia, a pie, tras el vehículo. A Fernando y a Gregorio los llevaron en coche.
Alguna gente esperaba en el interior del templo. En la entrada, el cura detuvo a los que portábamos la pesada carga de la muerte y pronunció unas palabras sin sentido. Poco después todo había terminado. Fernando y Gregorio, tras la ceremonia religiosa, no recibieron los habituales pésames, no saben recibirlos. Vivían solos, seguirán viviendo solos. Cuando partió el coche fúnebre camino del cementerio, yo me acordé de aquella triste coplilla que cantaba:
Alguna gente esperaba en el interior del templo. En la entrada, el cura detuvo a los que portábamos la pesada carga de la muerte y pronunció unas palabras sin sentido. Poco después todo había terminado. Fernando y Gregorio, tras la ceremonia religiosa, no recibieron los habituales pésames, no saben recibirlos. Vivían solos, seguirán viviendo solos. Cuando partió el coche fúnebre camino del cementerio, yo me acordé de aquella triste coplilla que cantaba:
"Cuando mueren los famosos
todo el mundo lo lamenta.
Cuántos pobrecitos mueren
y nadie los tiene en cuenta."
31 comentarios:
Qué relato más triste, me ha hecho pensar en cuantas personas se despiden sin tan siquiera un padrenuestro pagado. Aunque si lo piensas, qué más le da al difunto, es tal vez el único momento de su vida en el que se ha igualado a un rey.
Precioso relato.
Un abrazo.
Sabes???.... yo oigo el coro de ángeles aguardando a Ana ...
No creo que eso lo tengan los famosos.
Me voy triste.
Cariños
Aro asi es tal y como lo cuentas,da pena que aveces actuemos asi,la coplilla le viene ni de perlas,ahora ella descanse,y a ellos ayudarlos en lo que se puda al menos lo que este de mi mano.un saludo.
Que tristeza...
Con mucha pena y poca gloria.
Unbeso grande.
La redacción tan seca me ha puesto los pelos de punta. Muy bien escrito porque transmites esa desolación. Y esos detalles, uno que se ducha, el otro que barre, dan un punto exacto al texto, lo hacen verdad.
Los Santos Inocentes siempre se van sin que "casi nadie" los tenga en cuenta.
Bicos
La muerte nos iguala en la tierra, pero en la memoria seguimos siendo diferentes.
Para unos el olvido y para otros la gloria. Incluso en la muerte es posible la injusticia. Honremos pues, a los que alimentan suavemente el árbol de la vida.
Un saludo
Que historia tan triste real, seguro estoy que a Ana Castro esta entrada tuya será para ella con una oración, porque seremos muchos los que sin conocerla nos acordamos de ella, y muy desolada la situación de Fernando y Gregorio, realmente lo siento....
Cuàntos personajes anònimos se van y se los despide silenciosamente sin mucha ceremonia, posiblemente hayan sido muy queridos, maravillosas personas pero para lo que dicta la estupidez humana, si no hay flashes de fotògrafos y revistas de sociales, la vida no vale.
Me encantò tu post, triste pero magnìfico.
Besos
Tal vez sea ésta la mejor oración para Ana Castro. Con toda la tristeza y la emoción de tu relato, y nuestra acompañamiento
Bueno, a ella se le acabó el sufrimiento, ese que todos tenemos de vez en cuando, ellos, siguen su vida solitaria, nada ha cambiado, será hasta que les llege la hora, en realidad nunca pasa nada...
Salud
Sinceramente me preocupa más cómo vivió Ana Castro que lo que había en su entorno al momento de su muerte.La mayor carencia que puede sufrir una persona es la falta de afecto y la soledad. La muerte es el la liberación del sufrimiento en casos cómo los de Ana que pasó su último tiempo alejada de los suyos.
Mis Saludos y condolencias a sus parientes.
Cecy
La negrura de la muerte y la infame soledad hace de este relato un epitafio perfecto para una relación probablemente de mucho sufrimiento y desidia...
Aro,no dejes de pasar por mi ventana....
Besicos.
Esta en la continua realidad,por desgracia,que el ser humano soporta.
Hay muertos de primera y otros que parecen como si no hubien existido
Saludos
Que bonito lo has escrito...y que verdades dicen...la coplilla preciosa...
Un beso
Me has dejado con el corazón encogido y casi sin atreverse a latir, a seguir su curso diario.
Si es algo vivido por tí, pienso que menos mal que hay seres así, que acompañan, dan calor y SON.
Si es sólo una historia, espléndidamente narrada.
Bicos.
Entro por primera vez en tu blog, me encuentro una entrada muy triste me ha traido aquí, el blog de Cabopá, es... con tu pemiso te seguiré.
Supongo que sus hijos tienen algún tipo de asistencia, si su madre ya estaba siendo atendida en otro lugar.
Creo que Ana ha ido más acompañada que muchos difuntos, porque los importantes son acompañados por obligación y ella lo fue por deseo de cada uno.
Lo que aquí se cuenta responde a hechos reales sucedidos el pasado domingo. No es una historia inventada. Lo aclaro para aquellos que en sus comentarios dudan acerca de si son hechos reales o imaginarios.
Gregorio y Fernando viven solos, aunque son atendidos por los Servicios Sociales municipales.
Qué pena tu relato y si es real todavía más, pero eso suele suceder, la vida es muy dura para muchas personas...
Hoy he empezado a leer tu blog y me gusta, vengo del de Cabopá con tu permiso te seguiré.
Un abrazo desde mi librillo.
Si la soledad siempre tiene un rostro duro, aún mayor en la vejez.
"Fernado y Gregorio no recibieron los habituales pésames, no saben recibirlos..." Tremendo
Me ha gustado muchísimo. Un beso
Querido ARO, yo no soy de entierros, pero estas cosas se deben hacer en la intimidad de la familia. Sé por experiencia lo que duele la soledad en la despedida de un ser amado, pero... cuántos te acompañan en el sentimiento? En los pueblos se originan despedidas multitudinarias que nadie siente. Cuando llegue mi hora me gustaria tener un entierro como el de Ana Castro.
Leo tu relato con la avidez con que todos los días abro este blog deseosa de tener mi trocito diario de recuerdos de mi pueblo. Leo asimismo tu relato, al que siempre acompañas de adjeticos con los que haces que el lector pueda imaginar todo lo que estás contando. Eso sí, dejándonos a través de tus palabras una sensación inmensa de tristeza. Aún recuerdo a Ana barriendo su puerta allá en nuestro antiguo barrio de "Los chozos" y a sus dos hijos mirándola absortos. Recuerdo también como a Gregorio le encantaba en su niñez meter en un bote las lúas que corrían despavoridas. Recuerdo cómo aunque "no saben recibir el pésame", sí supieron dárnoslo a mis hermanas y a mí cuando hace pocos meses murió nuestro padre; no de palabra pero sí con los ojos.Y sobre todo, y a pesar de que las desgracias han sido una constante en esta familia, mi recuerdo de Ana, era su sonrisa picarona, siempre a pesar de todo. Descanse en paz.
Un retrato exquisito... Esos dos papanatas, Fernando y Gregorio... Retratos geniales de la insípida ignorancia como condena.
Un saludo, compañero.
Recuerdo relatos parecidos que mi padre nos hacia como advertencia de lo que es el "alma" humana, bueno no le daba mucha importancia hasta que llego mi turno de ver que tan diferente las personas reaccionan ante eventos acontecidos a los favorecidos con la fortuna en contraste con situaciones que enfrentan los mas desafortunados. Por eso en esta nueva etapa de mi vida libro una batalla conmigo mismo para no convertirme en un Misantropo, y trato de pensar en las personas que son ejemplo de bondad y desprendimiento, pero no es facil.
Que descanse en Paz y mi pesame a ti y los que con sinceridad lamentan su final.
¡que triSTEZA!
BICOS,
Que triste tu entrada, pero yo rezaré una oración por Ana que seguro ahora está feliz en el cielo rodeada de amor porque allí no hay diferenceis.
Descanse en paz
un beso
Triste y tan real.
Me ha gustado tu forma de relatarlo, concisa. También tierna y generosa.
En fin, que me gusta visitarte.
Triste y buen relato y ademas es real como la vida misma , se dan casos similares en muchos lugares del mundo, y por desgracia siempre les ocurre a los más humildes y desfavorecidos .
Buen post.
Un abrazo de MA para ti amigo .
Que desolación y tristeza...
Arobos, vivir una situación así, siendo madre y viendo que tus hijos apenas entienden que te has ido es muy doloroso.
Que dura es la vida a veces!!
Está muy narrado, me has dejado con nudo en la garganta.
Un fuerte abrazo
Tati
Emocionante texto y muy real. Se fué acompañada del cariño de sus hijos, y del tuyo...suficiente.
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