Dios es una experiencia amorosa cuando se roza el misticismo merced a la fe imbuida por el entorno religioso en que alguna vez se ha vivido. Hace años, en Campano, el que suscribe tuvo una experiencia de ese tipo que, recordada años después, dio pie a estos versos:
Dios mío, yo te vi aquella tarde
entre las palmeras y el viento;
entre las palmeras y el viento;
casi toqué tus manos
con estas manos mías
tan turbias ya, tan lejanas,
tan cargadas de silencio.
No sé qué caminos he andado
ni con qué pies me he ido alejando
de aquella tarde de palmeras altas,
en que casi casi llegué a latir tus pálpitos.
con estas manos mías
tan turbias ya, tan lejanas,
tan cargadas de silencio.
No sé qué caminos he andado
ni con qué pies me he ido alejando
de aquella tarde de palmeras altas,
en que casi casi llegué a latir tus pálpitos.
Oh Dios, busco ahora un camino de vuelta
que ante ti me deje,
y tropiezo con esquinas que no conozco
y giro y caigo y doy pasos que hacia ti no me llevan.
que ante ti me deje,
y tropiezo con esquinas que no conozco
y giro y caigo y doy pasos que hacia ti no me llevan.
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