15 de diciembre de 2009
Un día como hoy de 1890 murió asesinado el jefe indio Toro Sentado.
En todas las guerras, los buenos son los ganadores, porque son estos los que escriben después la Historia y, en el reparto de papeles que en ella se hace, los perdedores figuran inevitablemente como los malos de la película.
En la batalla que hoy día el mundo civilizado libra contra los piratas somalíes, los buenos son los grandes armadores de barcos occidentales; los malos -quién si no- los que secuestran a sus tripulaciones y exigen un rescate a cambio de liberarlas. Está claro que la historia de lo que está ocurriendo en el Cuerno de África la escriben los portavoces del primer mundo y las grandes agencias de comunicación occidentales; los somalíes no controlan ninguna agencia de noticias, no tienen nada -solo hambre-; por no tener no tienen ni gobierno que los defienda ni una estructura de Estado que mantenga un mínimo orden en el país. Y de este vacío se aprovechan los verdaderos piratas, que son los que arrojan al mar, en algún agujero ignoto de la costa somalí, miles de toneladas de sustancias tóxicas y radiactivas provenientes de fábricas y centros hospitalarios europeos, que entregan estos molestos desechos a las mafias que se dedican a hacerlos desaparecer a bajo precio. Los auténticos piratas son los que están esquilmando las ricas reservas pesqueras que aquellos mares aún guardan en sus entrañas, hurtando así el medio de vida de las poblaciones ribereñas de aquel país y de su vecina Kenia.

Para la opinión pública occidental, los piratas somalíes son unos delincuentes (que los hay) que secuestran a pobres trabajadores inocentes (que lo son) para obtener un rescate por su posterior liberación; para la población somalí, estos llamados piratas son héroes que defienden las riquezas naturales de sus aguas territoriales y cobran una especie de peaje a los barcos intrusos que allí van a dejar basura y a llevarse el pan que a ellos les alimenta. Pero lo que se puede leer en nuestro primer mundo -salvo raras y acalladas excepciones- no refleja más que la parte de la verdad que interesa contar de este conflicto.