EL CONCURSO DE PARADELA: MANOS QUE DAN VIDA

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Hay manos que construyen la vida. En medio de un mundo donde las prisas y el dinero reinan sobre todo lo demás, aún quedan manos que acarician la yerba, las plantas, los árboles; manos que cultivan futuros frutos que valen su peso en amistad, porque en ellos se concentran las caricias, las miradas cotidianas, los golpes de azada en la tierra que los sustenta y el agua venida del cielo y del pozo que inspira mágicos relatos; contienen esos frutos los sueños habidos, las esperanzas pensadas, los versos que la labradora ha recordado mientras los cuidaba, las músicas tarareadas al compás del trabajo... Sueños, esperanzas, versos, músicas, que han bebido en los latidos del alma y han bajado -transformados en savia- a ungir las manos laboriosas. Por eso estos frutos paradelianos no se llaman solo ciruelas o cerezas o manzanas... A esos sustantivos hay que añadirles otro, con categoría de sustantivo, pero con función de adjetivo: amor, amor a la tierra, a las raíces, a la amistad, al trabajo bien hecho. Los verdaderos nombres de estos frutos son ciruelas amor, cerezas amor, manzanas amor...

Escribió Miguel Hernández un poema en el que contrapone las manos que crean a las manos que destruyen; hay en ese poema unos versos que vienen que ni a pedir de boca para esta ocasión. Con un fragmento del "Concierto para trompeta" de G.P. Telemann, un montaje hecho a partir de las fotos propuestas por Mª Jesús para el concurso y con esos versos concluyo esta entrada:

"Estas sonoras manos oscuras y lucientes

las reviste una piel de invencible corteza,

y son inagotables y generosas fuentes

de vida y de riqueza.

Como si con los astros el polvo peleara,

como si los planetas lucharan con gusanos,

la especie de las manos trabajadora y clara

lucha con otras manos."

(Dedicado a todos los que han participado en este juego de amistad y a la meiga que nos ha convocado.)