Amaneció el día 18 de abril con cara de lluvia. Solo dos albarracineros hemos querido subir al monte. A la entrada, desde hace unos días, vuelve a verse la placa que recuerda a Carlos el Guarda, que algún desaprensivo había arrancado y tirado.
La niebla envolvía los paisajes. El Cancho Caballo no se veía. A lo lejos, las vistas aparecían difuminadas.
De vez en cuando, las aulagas encendían su luz amarilla para iluminar la bruma.
El perezoso donde se quemó Tío Caete, a pesar de la lluvia de los últimos días, estaba vacío, ni rastro de agua. Sin embargo, el de Las Lomas, se encontraba lleno de agua y de primavera.
El paseo ha terminado bajo un cielo en el que las nubes ya dejaban ver lienzos azules.
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